Espacios Terciarios
“Donde todos conocen tu nombre y estan felices de que hayas venido”, y hoy eso parece un recuerdo lejano.
Conexión antes de un mundo “Conectado”
Los de mi generación y mayores recordarán salir de casa sin motivo específico: recibir una llamada en el teléfono fijo y quedar en verse afuera. Otros recordarán ir directo después de clases a pasar la tarde haciendo cualquier cosa menos estudiar. En mi caso, recuerdo llevar amigos a casa para jugar videojuegos o encontrarnos en el parque los fines de semana a jugar con un balón.
Pero más allá de las salidas con amigos, existían lugares para conocer personas fuera del círculo escolar. Los cibercafés fueron mi refugio: pagar una hora en esas computadoras era una emoción única; apurar la tarea escolar para luego perderte en juegos de flash o unirte a desconocidos en una partida local de Counter-Strike. Las maquinas arcade también eran geniales, aunque las disfruté en su declive, no en su época dorada. Esto también se reflejaba en la cultura pop con series como Cheers, Friends y How I Met Your Mother: cafés y bares donde simplemente convivías, formabas parte de una comunidad o te relajabas con amigos tras un largo día.
Todos estos espacios fueron catalogados por Ray Oldenburg como “Espacios Terciarios”: “Espacios neutrales y accesibles que fomentan interacción espontánea, distintos del hogar (Primario) y trabajo (Secundario)”. Y tristemente, son cada vez más escasos mientras nuestra sociedad se “conecta” digitalmente.
Conexión perdida pero aún en línea
La sociedad cambió desde los años 2000, dejándonos más ocupados en nuestras escasas 24 horas. Mi rutina (salir a las 7 AM y volver a las 8 PM tras trabajo y gimnasio) me deja cansado y agotado. ¿Cuándo encontrar tiempo para ir a un lugar solo para estar? Y más importante: ¿a dónde ir? Los sitios son menos personales: los negocios corporativos dominan sobre los locales, y en esta economía los dueños prefieren clientes que consumen y se van.
Claro, existen lugares diseñados como espacios terciarios (tiendas de hobbies o espacios de coworking). Pero aquí está el detalle: vas a realizar una actividad y luego te vas. Las ganancias se evaporan si la gente se queda.
Las personas también cambiamos. Con internet puedes hablar “cara a cara” con un clic, sin necesidad de reunirte. Esto nos atrapa en burbujas. ¿Para qué salir si tus amigos te bombardean con reels de TikTok/Instagram mientras chatean por WhatsApp/Telegram? Creas suficiente interacción social en ratos libres del trabajo o en casa.
Paradójicamente solos
Con todas estas herramientas, ¿por qué tanta gente se siente más sola que antes? ¿Y si tus amigos no están disponibles? Se convierte en una versión moderna de esperar cartas. Antes, mientras esperabas una respuesta, ibas a un espacio terciario y hablabas con otros. ¿Ahora? Te refugias en entretenimiento vacío, esperando que llene tu necesidad de conexión.
Los espacios terciarios son sitios “donde todos conocen tu nombre”: no necesitas escribirles diariamente ni hablar cada vez que vas. Simplemente existes como parte de la comunidad, disponible para cualquier interacción.
Se dice que “Discord es el espacio terciario de la Generación Z”, pero unirte a un chat enterrado en scroll infinito no tiene el valor ni las consecuencias reales de entablar una conversación física. Lo digital ofrece conveniencia; lo físico construye confianza.
¡Debemos recuperar los espacios terciarios, comenzando hoy! Ve a un bar con amigos e interactúa con desconocidos durante un partido de fútbol. Quédate en una librería y comenta los libros que otros eligen. ¡Sé sociable en un mundo donde las interacciones espontáneas resultan extrañas!
Aún tengo mucho por aprender, pero ya tengo materiales como “El Gran Buen Lugar” de Ray Oldenburg y “Ciudades para la Gente” de Jan Gehl. Mientras exploro sus estudios y recetas para ciudades humanas, compartiré cómo reconstruir estos espacios. Mientras tanto: ¡entabla una conversación esta semana donde los algoritmos no puedan escuchar!